
Hace un cierto tiempo, he estado fijándome en las promesas del Señor. Son tan vastas y tan abarcadoras.
Al leerlas me he dado cuenta que cada promesa viene acompañada con una instrucción. Es como el padre que le promete un helado cuando el niño acabe con todos los deberes. Creo que Dios se da cuenta que si nos «ofrece el helado» nos esforzaremos más en los deberes.
Como un Padre Amoroso, Dios quiere lo mejor para nosotros. Él sabe que las buenas costumbres, fomentadas por tales condiciones, nos harán más felices, y encima, recibiremos su promesa.
Queremos que en estos días venideros, hagamos cambios en nuestras vidas, para orar y recibir las preciosas promesas de Dios. Que nuestro caminar pueda ser irreprochable y que alcancemos lo que Dios nos ha prometido.
¿Estás lista para esta aventura?
Mara