Me encanta contemplar el Gran Cañón del Colorado. Cada vez que me acerco a la orilla, descubro nuevas pinceladas de la mano creadora de Dios que me dejan sin aliento.
Aunque no es más que un simple (aunque grande) «agujero» en la tierra, me lleva a reflexionar en el cielo. Una vez, un niño de once años, muy sincero, me preguntó: «¿El cielo no será aburrido? ¿No te parece que nos cansaremos de alabar a Dios todo el tiempo?». Pero, si un «agujero en la tierra» puede ser tan asombrosamente bello que no podemos dejar de mirar, ¡cómo será el gozo de ver a la propia Fuente de la belleza, nuestro Creador amoroso, en la plenitud maravillosa e inmaculada de la nueva creación!
David expresó este anhelo al escribir: «Una cosa he demandado al Señor, ésta buscaré; que esté yo en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor» (Salmo 27:4). No hay nada más bello que la presencia de Dios, que se nos acerca en esta Tierra mientras lo buscamos con fe, hasta que lo veamos cara a cara.
Ese día, no nos cansaremos de alabar a nuestro Señor asombroso, porque nunca dejaremos de descubrir aspectos nuevos de su bondad exquisita. Cada instante en su presencia nos dejará sin aliento ante la revelación de su belleza.
Gracias, Señor, por el precioso hogar que nos estás preparando por toda la eternidad. No merecemos este gran regalo. Miramos con esperanza el pasar la eternidad en tu presencia.
Estaba ensimismada en un libro, cuando una amiga se inclinó para ver qué leía. Casi al instante, retrocedió y, mirándome, dijo: «¡Qué título más tenebroso!».
Estaba leyendo El féretro de cristal, un cuento de los Grimm, y la palabra «féretro» la perturbó. A casi nadie le gusta que le recuerden que es mortal, pero lo cierto es que, de mil personas, mil morirán.
La muerte siempre genera una respuesta emocional intensa. Jesús mostró emociones profundas en el funeral de un querido amigo. Cuando vio a María, cuyo hermano acababa de morir, «se estremeció en espíritu y se conmovió» (Juan 11:33).
¿Qué fue lo que conmovió a Jesús? Probablemente, el pecado y sus consecuencias. Dios no creó un mundo lleno de enfermedad, sufrimiento y muerte, pero el pecado entró en el mundo y arruinó el hermoso plan divino.
El Señor Jesucristo nos acompaña en nuestro dolor, llora con nosotros cuando estamos tristes (v. 35). Pero, además, Él derrotó el pecado y la muerte al morir en nuestro lugar y resucitar de los muertos (1 Corintios 15:56-57).
Jesús promete: «el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá» (Juan 11:25). Los que creemos en Cristo disfrutamos de comunión con Él ahora y aguardamos con ansias la eternidad a su lado, donde no habrá lágrimas, dolor, enfermedad ni muerte.
Señor, gracias por esta gran promesa. La muerte no tiene la victoria final, la tenemos en ti. Gracias porque en tu muerte tenemos todas estas promesas. Miramos con alegría y anticipación nuestro futuro contigo.
A veces la vida trae momentos difíciles y tenemos que actuar, haciendo lo correcto, aún que nos duela.
La Biblia nos promete que si actuamos de acuerdo con los valores del Señor, aún que nos cueste, cosecharemos resultados en gran alegría. Confiemos en esta promesa y encontremos gozo y paz aún en medio a la tribulación.
Señor, gracias por esta maravillosa promesa. Te pido que me ayudes a confiar y saber esperar en ti. Que yo pueda encontrar paz y gozo en medio a la tribulación, sabiendo que tiempos de regocijo vienen si actúa por tus preceptos.
Él nos promete estar con nosotros todos los días de nuestra vida, en especial, en momentos de dificultad.
Confiemos en Dios – y si pasas por momentos difíciles, confía que Dios está justo a tu lado – caminando junto a ti, dándote fuerzas, siendo el Padre amoroso que es.
Señor, te pido que me ayudes a verte cuando paso por la tormenta. Tengo miedo pero sé que a tu lado, podré afrontar lo que sea, por tu fuerza en mí.
Publicación de Nuestro Pan Diario, devocionales diarios que recomendamos:
Cuando eran chicos, el amigo de mi hermano le aseguró a su hermana que un paraguas tenía suficiente capacidad para sostenerla si ella tan solo lo «creía». Entonces, «por fe», ella saltó del techo de un granero… y se desmayó tras una pequeña contusión.
Lo que Dios prometió, lo hará. Pero debemos estar seguros de que estamos afirmados en la palabra verdadera del Señor cuando reclamamos una promesa, ya que, solo entonces, tendremos la certeza de que hará o nos dará lo prometido. La fe no tiene poder en sí misma. Solo es eficaz cuando está basada en una promesa clara e inequívoca de Dios. Todo lo demás son simples deseos.
Este es un buen ejemplo: Dios prometió: «Pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos» (Juan 15:7-8). Estos versículos no prometen que Dios nos concederá todo pedido que le hagamos, sino que responderá a todo anhelo de alcanzar rectitud personal; lo que Pablo denomina «el fruto del Espíritu» (Gálatas 5:22-23). Si tenemos hambre y sed de santidad, y le pedimos a Dios que nos la dé, Él comenzará a satisfacernos. Llevará tiempo, ya que el crecimiento espiritual, como el humano, es gradual. Pero no te rindas. A su tiempo, te «será hecho».
Señor, ayúdame a creer en tu Palabra, permanecer en ti y ver el fruto del Espíritu en mi vida. Quiero vivir para ti y estar disponible para lo que tú tienes para mí.
Los embajadores son personas elegidas por sus autoridades para representar a sus países en otras tierras. Tienen la autoridad pues hablan en nombre de su presidente o de el gobierno en general.
De la misma manera, el nombre de Jesús tiene autoridad, que nos ha sido dada. Podemos orar y actuar en «en nombre de Jesús» sabiendo que lo hacemos en esta autoridad que nos ha sido dada. Hay un poder sobrenatural y milagroso en su nombre y tenemos este gran privilegio de venir a su presencia, hablar con el Padre y pedir en el nombre de su Hijo. ¡Wow! ¡No podemos llevarlo a ligera!
Mara
Querido Dios, vengo a tu presencia pidiendo por mis familiares, por mis amigos, por mis relaciones personales, por las situaciones difíciles que estoy afrontando, (…). Creo en el poder del nombre de Jesús, que tiene poder de romper cadenas, destruir los ataques del enemigo, bendecir el corazón volteado hacia ti. Tu nombre sea alabado.
Hoy he leído un texto de la Biblia que me hizo pensar en el momento de crisis que vivimos nosotros por aquí.
“Tarde o temprano, el malo no quedará impune, pero la descendencia de los justos se salvará… Uno da generosamente y acrecienta su haber, otro ahorra más de la cuenta y acaba en la indigencia… El hombre generoso prosperará, y al que da de beber la saciarán le sed…El que busca ardientemente el bien se gana el favor, pero al que busca el mal, el mal lo alcanzará… El que confía en su riqueza se marchita, pero los justos crecerán como el follaje.”
Proverbios 11:24-27
No hay que preocuparse cuando se tiene un Dios que nos cuida en lo mínimo detalle de nuestra vida. Que nos da promesas de prosperidad en medio a la crisis, con solo obedecerlo, temerlo, amarlo de todo corazón y Él nos colma de bendiciones. Así podemos también bendecir a otros que están en dificultad en nuestro alrededor.
Sueli
Señor, quiero obedecerte en medio a momentos turbulentos. Quiero ser generosa y dar de beber al que tiene sed. Mi primera motivación es porque quiero agradarte y traer mi vida como sacrificio vivo delante de ti. Sin embargo, te pido, Señor, que pueda ver mis obras prosperadas y mi sed saciada. Quiero ver tu gloria en mi vida. En tu Nombre, Jesús.
Podemos asumir que es la voluntad de Dios que conozcamos Su voluntad. Con esto en mente, podemos ir delante de Su trono y pedir entender el camino por lo que debemos andar.
Es una promesa que Le agrada complacer. Busquemos su voluntad para nuestras vidas en momentos de decisión, confiadas que Él nos mostrará la dirección por dónde debemos ir.
Señor, muéstrame el camino por donde debo ir, para que Tu voluntad perfecta se cumpla en mi vida. Quiero encontrar mi propósito en tu voluntad. Dame dirección en mis decisiones. En el nombre de Jesús.
Hoy traemos un versículo en que vemos muy claro que las promesas vienen con instrucción de vida.
Partiendo del punto que no puedo cosechar algo que no he plantado, tampoco puedo esperar un resultado de éxito cuando no he dado el mejor de mí. En este versículo se ve muy claramente cuál es la expectativa de Dios para nosotros: que la ley esté en nuestros pensamientos, en nuestra boca, en nuestras acciones – si es así, obtendremos éxito en las obras de nuestras manos.
Plantemos el buen fruto para tener una buena cosecha.
Señor, te pido que me ayudes a vivir por las valores bíblicos, y con tu dirección – para que pueda hacer tu voluntad, actuar con integridad y cosechar los frutos del éxito. Ayúdame. Te alabo por esta promesa preciosa.